
Aunque esta frase se le adjudica al profeta Ezequiel, la primera vez que la escuché fue en labios de mi amigo el empresario Milton Arcia mientras pasaba por uno de los momentos más difíciles de su vida. Sus palabras exactas fueron ‘no se preocupe doctor, Dios confunde a quien quiere perder, vamos a salir adelante’ y salió adelante.
En esta ocasión, he querido hacer uso de ella para hacerle un llamado a los que gobiernan este país para que abran sus ojos y se den cuenta del abismo en el que están cayendo y al cual nos están arrastrando a todos.
Al momento de escribir este artículo, el Parlamento Europeo acababa de finalizar de debatir la resolución que los sanciona por sus continuas violaciones a los derechos humanos de nuestro pueblo, por el confinamiento sin más razón que el odio a más de cien reos políticos, por los más de cuatrocientos asesinados en los sucesos de abril del dos mil dieciocho y la negativa de cambiar a los magistrados corruptos del Consejo Supremo Electoral (CSE), como inicio para la realización de elecciones legítimas con observación de la comunidad internacional.
La votación de los eurodiputados fue un contundente rechazo al gobierno con 609 votos a favor de las sanciones, 21 votos en contra y 74 abstenciones. Lo que da un total de 87 por ciento de eurodiputados que consideran al gobierno de Daniel Ortega como violador de los derechos humanos del pueblo y le advierten que si se atreve a pasar en la chanchera (nombre con que Edén Pastora bautizó la Asamblea Nacional) las tres leyes propuestas, las sanciones dejarán de ser una advertencia para convertirse en realidad.
Entre lo más destacado de la resolución adoptada, sobresale lo siguiente: La exigencia de garantizar las libertades políticas y civiles a todos los nicaragüenses, permitir el regreso de los exiliados, el regreso de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el establecimiento de un proceso electoral creíble a través de un acuerdo sobre reformas electorales entre el gobierno y la oposición. Además piden al representante especial de la UE para los Derechos Humanos, continúe e intensifique su apoyo material y técnico a los defensores de los derechos humanos y los medios de comunicación independientes en Nicaragua. Y lo más preocupante: piden que, a la luz de las circunstancias actuales, se active la cláusula democrática del Acuerdo de Asociación y encarga a su presidente que tramite la presente resolución al Consejo, a la Comisión, a los gobiernos y parlamentos de los Estados miembros, al secretario general de la Organización de Estados Americanos, a la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana, al Parlamento Centroamericano, al Grupo de Lima, y al Gobierno y Parlamento de la República de Nicaragua.
Ante semejante resolución y la certeza que ya se tiene de una resolución similar por parte de la Organización de Estados Americanos (OEA) el próximo veintiuno de este mes, a este gobierno solo le quedan dos alternativas: Hacer a un lado su régimen opresor y permitir un proceso electoral limpio, observado por organismos internacionales creíbles y, lo más importante, dejar en libertad a los más de cien reos políticos. La otra opción sería que opten por seguir los pasos de Nicolás Maduro, lo que nos haría retroceder a los años ochenta, cuando faltaba de todo menos el hambre. Hay quienes pronostican una tercera opción, pero para implementarla el gobierno necesitaría de la complicidad de algunos grupos opositores para que le hagan el juego en unas elecciones amañadas, en las que el gobierno deje ganar a sus nuevos zancudos y gobernar desde abajo, en el hipotético caso que no quieran verse en la situación de Evo Morales. Esta última hipótesis lo único que lograría es alargar la agonía del régimen y prolongar el sufrimiento de un pueblo que ya decidió ser libre y está dispuesto a pagar el precio que sea necesario para conseguirlo.
El autor es comentarista político.