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El poder contra el pensamiento

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Nicaragua, elecciones

En estos días se han cumplido 80 años del asesinato del teórico y dirigente comunista ruso León Trotski, ejecutado a iniciativa propia por el fanático comunista español Ramón Mercader. Con motivo de este aniversario, se ha vuelto a plantear en muchos medios internacionales el tema de la intolerancia mortal del poder totalitario ante el pensamiento independiente y crítico.

Según los historiadores, Stalin tenía un afán enfermizo de poder absoluto. Puesto a la cabeza del Estado comunista después de la muerte de Lenin, no aceptaba competencia de liderazgo y no toleraba la crítica ni de sus camaradas más cercanos. Uno a uno fue eliminando a los más destacados dirigentes de su propio partido, como Kírov, Kámenev, Zinóviev, Bujarin y muchos otros más.

El filósofo e investigador español Daniel Miguel López Rodríguez, ilustra en un ensayo sobre el tema que solo entre 1933 y 1939 casi dos millones de miembros del Partido Comunista fueron expulsados bajo la acusación de traidores, espías o simplemente sospechosos. Miles de ellos fueron asesinados, encarcelados y torturados, o enviados a campos de concentración en la remota Siberia.

López Rodríguez cita que al conmemorarse el 20 aniversario de la revolución rusa, en una comida privada en casa de Kliment Voroshílov, comisario del pueblo (ministro) de Defensa de la Unión Soviética, en presencia del secretario general de la Internacional Comunista, el búlgaro Georgi Dimítrov, Stalin advirtió que todos los enemigos del Estado soviético serían exterminados, “sean antiguos bolcheviques o no”. “Exterminaremos a sus parientes y a toda sus familia. Exterminaremos sin misericordia a todo aquel que, con hechos o ideas, amenace la unidad del Estado socialista”.

Tal es la naturaleza asesina del totalitarismo fascista, comunista o revolucionario de cualquier denominación.

El asesinato de Trotski fue mundialmente sonado porque era el rival más importante de Stalin en el liderazgo del partido comunista, el Estado soviético y el movimiento comunista internacional. Trotski fue el organizador de la toma del poder por los bolcheviques el 7 de noviembre de 1917, fundador del Ejército Rojo y después crítico implacable de los abusos de poder de Stalin. Hasta que para salvar la vida tuvo que huir de la Unión Soviética y refugiarse en México, donde de todas maneras fue asesinado en agosto de 1940.

Los biógrafos de Ramón Mercader señalan que este, en su fanatismo estaba convencido de que matar a Trotski era un acto heroico en favor del camarada Stalin, del comunismo y la revolución mundial. Es que como explican lo s estudiosos del totalitarismo, una de sus características más perversas es que convierte a sus seguidores en fanáticos capaces de hacer lo que sea por el partido, el caudillo y la revolución, incluso matar. Eso se vio en Nicaragua cuando la primera revolución sandinista, pero de manera más brutal a raíz de los sucesos de abril de 2018. El totalitarismo vacía el espacio íntimo de sus fanáticos, los despoja de los sentimientos humanos y hasta del pensamiento, los convierte en “una fría máquina de matar”, como dijera el Che Guevara en su mensaje a la conferencia Tricontinental de La Habana, que deben ser los revolucionarios.


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