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El legado se construye día a día hasta la muerte. Durante mis 23 años de carrera en Grandes Ligas, yo nunca pensé que llegaría a ser el lanzador latino más ganador de todos los tiempos, que lanzaría un juego perfecto, que vencería a Randy Johnson en un partido decisivo, que sería líder en efectividad y en victorias de toda la MLB en una temporada. Yo solamente me esforzaba al máximo para tratar de ser el mejor. Y como fui el que abrió las puertas y pasé por mucho tiempo como el único nicaragüense que se sostenía en la Gran Carpa, me preocupaba mucho por mi actuar, porque si era problemático, mal portado o indisciplinado hubiese existido un estigma para el pelotero pinolero.
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Así que siempre me preocupé por la huella que estaba dejando. Y hasta la fecha lo sigo haciendo. Por más que yo quiera ser recordado como alguien que hizo cambios en su vida, un gran padre, gran esposo, buen ser humano y una persona que ayudó a su país, al final son los hechos los que juzgan el trayecto recorrido. Recientemente tenemos un ejemplo claro de legado espectacular como es el joven Carlo Acutis, quien murió con 15 años por una leucemia en 2006 y en tan poco tiempo de vida consiguió ser un joven influencer de la religión, creó redes cibernéticas para unir a más de 10 mil parroquias, además de su preocupación desinteresada por los pobres y necesitados. Una religión entera le venera y le dio una bofetada a los que han vivido más tiempo en las sombras. También es un mensaje al mundo que nos enfoquemos en la importancia que tiene la juventud; seamos puente de los jóvenes, no murallas.
Si pudiera, yo le preguntaría a las personas que tienen los resortes de poder en Nicaragua cómo les gustaría ser recordadas: ¿Cómo las que reflexionaron, cedieron el poder de verdad al pueblo, admitieron sus culpas y buscaron redención o cómo las que decidieron hundirse sin importarle la vida de los demás con tal de defender todas las cloacas abiertas? Nunca es tarde para cambiar, para transformarse y redimirse. Me asusta un poco con la terquedad que actúan, viéndose acorralados no aflojan ni se dejan ayudar, es como si quisieran dejar a propósito un país en ruinas.
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Cuando lanzaba en Grandes Ligas la gente de mi país me apoyaba y estaba pendiente de mis juegos, en cada salida tenían las orejas pegadas a las radios y eso me hacía sentir respaldado, ahora con el paso del tiempo siento que lo menos que puedo hacer después de tanto apoyo es ayudar hasta donde más pueda, siendo una voz de todos los que han desaparecido. No sé cómo se me recordará cuando no esté, pero no quiero ser aquel que le dio la espalda al pueblo cuando más lo necesitaba.