
Andrés Moreira (Managua 1991) posee una voz poética auténtica; irónica y desacralizadora, escéptica y cínica, ergo descollante, entre los poetas jóvenes nacidos en la Nicaragua de los noventa.
A temprana edad, aún con la resaca del licor, el olor a sirena de la mujer y el sabor a sangre de la utopía en la boca, Moreira como un hombre roto por las rocas de la realidad, realiza una suma de daños.
Este texto es un testimonio poético de cómo su diario íntimo, su bitácora de navegación, su programa poético y su proyección de vida se han hecho astillas pero que él intenta recoger a la luz de la luna para pergeñar el inventario del desastre.
Presentación virtual en Casasola Editores
El libro “La suma de los daños” de Moreira publicado en Amazon, será presentado el 2 de julio a las 6:30 p.m., en el Facebook Live de Casasola Editores (https://www.facebook.com/casasolaeditores/). Conversarán sobre la obra poética, el escritor Roberto Carlos Pérez, y Oscar L. Estrada, director de Casasola Editores.
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“La Suma de los daños” de Andrés Moreira, se estructura y se nos presenta en cuatro secciones: “Bitácora de extranjería”, visión sesgada oriental e incompleta de imperfectas astillas; “Palabra húmeda”, eros ilusión de amor festum celebración; “Memorial del fuego”, la lucha por la libertad ajuste de cuentas dolor supremo angustia desencanto y “Hombre roto”, primer inventario de las fracturas del ser.
La sección “Bitácora de extranjería”, connota la otredad, la extrañeza, la atmósfera ambigua, las sugerencias de la niebla en un bosque japonés, tal y como el epígrafe de Basho sugiere. Moreira realiza una aventurada recuperación del espíritu del haiku no renga hasta donde es posible que una sensibilidad –áspera– occidental se lo permita.
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“Bitácora de extranjería” es la sección más astillada, evanescente, enigmática y sugerente de sentidos. Se instala en la otredad del extranjero, la adaptación a un paisaje, a un clima más fresco y lluvioso, que cual empañado espejo da cuenta sutil de una situación liminar del hablante. Dos botones:

VI
Llueve de madrugada.
¡He escrito un “verso memorable”!
No tengo nada para desayunar.
VIII
San José de noche,
en sus calles nebulosas,
mi futuro incierto.
En este viaje del extranjero hablante, pese a lo duro del exilio, se expresa el encuentro con el suave filo hiriente del erotismo y de los afectos. Dos pezones, un abrazo y la aridez.
III
Cae el vestido,
tus senos se asoman,
mis pupilas dilatadas
V
(A Luisa Elena Estrada)
La gente de esta
ajena ciudad.
De pronto el abrazo.
XVIII
Escribo, borro, reescribo
y vuelvo a borrar.
Nada florece.
En la segunda sección, “Palabra húmeda”, encontramos la celebración y el duelo del eros, el recuerdo de la jugosidad sensual de los cuerpos en juego, como en el texto Dánae o en el poema Los Cuerpos, donde el erotismo nos conduce a la luz, como iluminó Octavio Paz.

Dánae
“Oh boca vertical de mi amor,
los soldados de mi boca
tomarán por asalto tus entrañas (…)”
Apollinaire
Este cuadro de Klimt me recuerda a vos,
-ese que no vimos
cuando no visitamos la Galeria Würthle en Viena-
Acostada en mi cama, con tus piernas izadas,
los ojos cerrados, te abrís
silenciosa y sedienta
como biblia…
ahí es donde cae la lluvia dorada,
desde mi lengua que paladea tu granada carmesí
y mis dedos que se multiplican
al ritmo de tus espasmos.
Conozco la palabra que buscás,
es mi nombre empapado
en sangre
para recitarlo y quedarte dormida
como flotando en líquido amniótico.
Los cuerpos
“Cuando contemplo tu cuerpo extendido
como un río que nunca acaba de pasar”
Vicente Aleixandre
Los cuerpos esparcidos
entre dunas,
entre pieles arenadas.
Inenarrables las manos evocan
poros devorando extremidades
lenguas húmedas y escorzadas:
Como bocas que besan bocas
como bocas que besan labios henchidos
caderas que irán
oscilantes. La cascada se vuelve río y cenote
en el abismo donde nace la luz.
Pero al final la “Palabra húmeda” como todo erotismo, se seca, sobrevienen la frialdad, la indiferencia, la distancia, el adiós, el olvido:
Preludio para una despedida
Un día no tendrás la certeza
de mi voz dirigida hacia tus ojos
cuando lea en público.
El ritual será profanado.
Dejaremos el tedio de grabar
y enviarnos mensajes de voz
sólo por el placer sacarnos el aliento.
Ese día, llevaré conmigo una llamada
que contiene quince minutos de tu entrecortada voz
leyendo un poema Bohórquez
que habla de un hombre treintañero, triste y apátrida
que a veces escribía poemas, como yo.
Un día amaré a otra
y ya no te leeré ni me leerás poemas.
Ella, no me leerá
porque no le interesará la poesía ni los poetas
pero pero sí amará al hombre triste
y apátrida que a veces escribe poemas.

En la tercera sección “Memorial del fuego”, acontece el terrible encuentro con la historia, donde hablante y autor, son participantes de la insurrección cívica del pueblo nicaragüense de Abril del 2018. La sección se la dedica a la memoria de los torturados, secuestrados, desaparecidos y exiliados.
Frente al genocidio el poeta dice sus palabras, como una plegaria apostrofante e imprecativa, un clamor a un Dios a cuya confesión parece no pertenecer, pero en la angustia provocada por tanto crimen impune, eleva su voz al cielo:
Plegaria
(Poema para leer durante un genocidio)
Dios, te ruego que sus armas se atasquen
/y sus manos se cercenen,
que el francotirador pierda la vista y una pierna,
cegalo con la luz que no tenemos.
Apagá la existencia de quien da la orden de fuego.
Dador de vida,
encendé brasas
entre las vísceras del tiranuelo que dejaste nacer.
No quiero un Moisés, ni otro mesías.
Dios de amor, tené piedad de mis madres,
ellas aún te rezan arrodilladas por saber
/a mis hermanos a tu lado.
Dios, soy aquel que ayer y hoy reniega de tu existencia.
También se nos entrega un poema de trinchera, al fragor de los ataques represivos contra estudiantes desarmados:
Muerte
(Para Ariel y Salvador, los poetas atrincherados)
Es de noche,
te veo desde un agujero de la barricada.
Venís a salvarme del desconcierto de las horas,
venís a salvarme de las horas
venís delgada,
como un disparo.
Venís
con tu espectro de silencio.
Escarbás mi tráquea en un parpadear de vida.
Hace frío
ya estás conmigo.
Mayo, 2018.
Abril
(Poema para leer después de un genocidio)
April is the cruellest month, breeding
Lilacs out of the dead land (…)
The Waste Land, T.S. Eliot 1922.
He aquí el último poema que escribo.
Esto no significa que ya no encuentre
versos en la deriva nocturna,
ni que no los hayan
ni que nadie más pueda encontrarlos
o tropezar con ellos.
Sucede que, desde el invierno de abril del 2018
Quiero escribir, y el llanto no me deja.
No son versos,
son lágrimas que encuentro y luego cargo
como un féretro
con cientos de cadáveres dentro.
En “La Suma de los daños”, de Andrés Moreira, ni la poesía sale indemne, está dañada.
En la última sección “Hombre roto”, se hace el primer inventario del ser de un poeta: marcas, inscripciones, cicatrices, huellas que fragmentan la escritura de un poeta dañado y dañino. Yasser Moreira como casi todo poeta, con palabras intenta suturar, colmar o ampliar (nunca se sabe) el vórtice de una herida donde ilumina la luz de su palabra poética.
Para el niño de 1997
Existen tardes en las que trabajosamente logra sentarse frente al escritorio, y se parte en llanto. La tarde en que muera -porque así lo decidió- : Olvidarán que fue un mal hijo un mal hermano, un mal amante, un mal poeta y un mal amigo.
Todos olvidarán que fue un mal padre. Que fue malo aprendiendo, un mal cristiano. Que nunca ganó en nada y aceptó la derrota como un vencido. Olvidarán que les dió la espalda. Que no encontró el verso definitivo (lo más vergonzoso) También su holgazanería y negligencia
serán borradas. Todos olvidarán que desertó de todo,
hasta de la vida. Porque, queramos o no, toda la soledad del mundo se desgarra en los silencios de ese niño
(Anastasio Lovo, escritor nicaragüense y crítico literario).