
El tiempo y sus hechos son y serán el peor adversario de la dictadura en la crisis que explotó el 18 de abril de 2018. Crisis que permanece y aumenta, aunque los agoreros del régimen sostengan que tenemos paz y normalidad. Entretanto se pregona ese estado, el régimen arresta opositores, viola leyes, conspira y cae en su espejismo turbado por la aridez de su encanto.
La dictadura se imagina que administra un gobierno inmerso en promover un desarrollo sostenido en democracia con mínimos grados de corrupción, sin presos políticos, con un sólido Estado de derecho y en paz; y lo imagina porque la dictadura vive de espaldas a su realidad. Se miente, se engaña.
Poco antes pudo medio normalizar el país, pero la dimensión de su daño contra el pueblo es cruel y asesino y porque su clan no permitiría la investigación y develación de su botín. Irreversible es su propósito de imponer más fraudes electorales para no perder el poder. La dictadura sabe que ante reformas constitucionales y electorales se hunde. Admitirá algunas superficiales, y quizá. No porque no quiera, ahora, sino porque ya no puede. Llegó demasiado lejos. El daño que hizo y hace, es irreversible.
En 2018 ni en 2019 se atrevió a ceder elecciones adelantadas como en 1990; no aprovechó el factor sorpresa ni la confusión reinante. Ahora el tiempo y la resistencia cívica sostenida carcomen la economía; e impone tributos, impuestos, alzas, está desesperada por recursos. Cae el consumo, aumenta la pobreza. Simula ser tolerante, pero es implacable. Impide toda protesta, aunque el pueblo tiene derecho. La dictadura confía que con el tiempo que falta para elecciones, adelantadas o no, la economía del país se normalizará. Falso. Incluso ir a elecciones en estas condiciones es inaceptable. La economía no se normalizará porque la dictadura perdió la confianza de inversionistas extranjeros que son generadores de empleos, salarios e impulsores de progreso. La inversión nacional es casi cero y está desplomada. El turismo está varado en su impotencia. Retirados que llegan en cruceros a estar horas en nuestros puertos son excursionistas no turistas. La dictadura miente. Se siente su desesperación por aparentar paz y normalidad; está desesperada por recaudar recursos; pero entretanto, aumenta el costo de la vida, y rotondas y calles están vigiladas por cuervos de pico torvo, custodiando una dictadura en caída sostenida.
El país lleva trimestres consecutivos de depresión financiera, situación inaceptable para optar nuevos recursos internacionales. Atrapada en una crisis que ella forjó, la dictadura confía en su CSE para otro fraude que, según su espejismo, será su fénix. Ella provocará el desenlace. Es necesario acrecentar la presión popular nacional e internacional, la callejera y popular e inevitablemente habrá más violencia. En el acto del FDN en memoria del líder Enrique Bermúdez se leía en una manta: “La lucha es dura, la responsabilidad de todos”.
El autor es Abogado y Norario.