La Canción del Oro (cuento-poema) no es uno de sus poemas más conocidos, pero sí uno de los más inspirados, al igual que revelador de las desigualdades imperantes del entorno en el cual Rubén Darío se desarrolló.
Cuando escribió la Canción del Oro en Chile tenía 21 años, lo que evidencia su temprana genialidad, sin embargo ya tenía cimentado el criterio que lo iba caracterizar por los años siguientes. Allí afrontó serias carencias económicas.
Nuestro poeta se desarrolló entre el fin de la Guerra Civil norteamericana, la abolición de la esclavitud y el enorme auge económico propiciado por el crecimiento de las empresas constituidas por capitales provenientes de la emisión de acciones, que a su vez generó el desarrollo inusitado de las bolsas de valores en las principales capitales del mundo.
Fue el inicio de la época en que poseedores de pocas acciones se convertían en millonarios instantáneos, al revaluarse ciertas empresas por situaciones circunstanciales.
En Nicaragua, igualmente se gozó de uno de los periodos más largos de paz y prosperidad en su historia, iniciado por el periodo de los Treinta Años Conservadores y continuado en parte por el liberal.
A Darío le tocó ser testigo de ese desarrollo descomunal y no fue ajeno a su deslumbramiento, independientemente que tuviera su propio criterio sobre las desigualdades propias del capitalismo en su fase expansiva.
En dicho periodo las iglesias de diferente denominación (católica, calvinista, episcopal, mormona etc.) consideraban el enriquecimiento como una compensación divina al esfuerzo realizado dentro de un contexto ético mínimo, de lo que se derivó el diezmo.
Pero Darío no se dejó arrastrar por el afán de riquezas, lo que le interesaba era lograr posición social para departir con la sociedad e intelectualidad europea.
Como ávido lector interesado en el desarrollo de los principales acontecimientos de la vida económica de los países de Europa y América, publicó a finales de 1890 un ensayo titulado Viaje al país de la Libra Esterlina (tomado del libro de ensayos de Rubén Darío Prosas Políticas, compilados por Julio Valle Castillo y Jorge Eduardo Arellano, 1982) en que muestra su preocupación por la quiebra de la casa bancaria Baring & Brothers de Londres, por las repercusiones que tendría en Guatemala, en donde había oficinas de empresas europeas que habían contraído préstamos con dicha casa bancaria. Darío en el ensayo se dedica a relatar la vida exitosa de la familia Baring.
Ya lo decía Salomón de la Selva: “Es pasmoso al releer a Darío atestiguar hasta qué punto estaba despierto su intelecto a las preocupaciones universales, a las inquietudes sociales, políticas y económicas, viéndolo y previéndolo todo con extraordinario acierto”. Salomón de la Selva (tomado de Valores de la Cultura Nicaragüense, Carlos Tünnermann Bernheim-CEN. 2007)
Pero regresando al poema, Darío, encarnado a la vez en bardo y mendigo le canta al oro sin restricción alguna, señalándole de ser causal de dichas e infortunios, capaz de cualquier logro material.
No ejerce ninguna crítica a la sociedad sino se trata de un canto espontáneo, de una belleza pocas veces visto, influenciado por el entorno económico que le circunda.
Pero ya en la parte final del poema Darío hace aparecer en escena a una vieja harapienta, menesterosa, a quien el poeta le entrega su último mendrugo de pan duro en un gesto de solidaridad que se contrapone a la gran mayoría de los antivalores que genera el oro.
Muchos escritores de la época sustentaron el criterio que La Canción del Oro tuvo por fundamento “el rechazo a la codicia”.
Cualquiera que hayan sido las motivaciones de nuestra máxima gloria, nos heredó uno de los más extraordinarios poemas de habla castellana.
El autor es economista.
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