Elecciones. La piedra angular de toda democracia. Sí, ya sabe usted, esa forma de gobierno en la que el poder político lo ejercen los ciudadanos. Donde un órgano transparente y justo cuenta los votos de la población cada cierto tiempo y donde el Estado cambia en función de lo que sus habitantes hayan decidido en una fiesta de respeto y tolerancia. ¿Suena demasiado bonito? En algunos países este sistema es real, existe. Por mencionar algunos, así ocurre en Noruega, Canadá, Alemania, Costa Rica y Estados Unidos. En otros lugares como Corea del Norte, Cuba, y a ratos en Nicaragua, no es el caso.
A las orillas del río Támesis, en Londres, en la rivera noreste para ser exactos, se encuentran las oficinas de The Economist Intelligence Unit, una división independiente del grupo The Economist, que año con año elabora, con sumo cuidado, una lista de 167 países ubicados según su índice de democracia. Noruega ocupa el primer lugar de la lista 2015 —la última—, Canadá aparece de séptimo, Alemania de décimo tercero, Estados Unidos posee el vigésimo puesto y Costa Rica está empatada con Japón, en el sitio 23. Nicaragua, por su parte, figura en el puesto 95, como el jamón de un sándwich entre Kenia y Uganda. Cuba va de 129 y Corea del Norte está sola, en el sótano.
Los países son evaluados según sus procesos electorales y pluralismo político, el funcionamiento de su gobierno, la participación política de sus habitantes, su cultura política y las libertades civiles. Es decir, si usted le cree al equipo multidisciplinario de expertos de diferentes nacionalidades que elaboran este índice, vale más estar en la parte de arriba.
Dicho esto, en su Constitución Política, Nicaragua es una democracia y cada cinco años hay elecciones generales seguidas de municipales en las que, en teoría, el pueblo debería tener la voz de mando a través del sufragio, pero su índice democrático es paupérrimo. Y eso último, el voto, es también un ejercicio que se practica en la Cuba de los Castro y en la Corea de los Kim. ¿Podrán ser comparables los sistemas electorales de estas tres naciones? Nosotros les contamos cómo son y ya se encargará usted de sacar sus conclusiones.
Corea del Norte

La Plaza Kim Il-sung, en la capital norcoreana Piongyang, durante un acto del Partido del Trabajo, encabezado por la dinastía de los Kim. LA PRENSA/Agencias.
Antes de hablar de la República Popular Democrática de Corea, conocida como Corea del Norte para diferenciarla de su vecina del sur, hay que saber dos cosas.
La primera, que Corea del Norte es un país raro. Sus habitantes, por ley, solo pueden escoger su corte de cabello entre 28 estilos aprobados; Piongyang, la capital, posee el estadio multipropósito más grande del mundo, con 150 mil asientos; los norcoreanos se clasifican en 51 estratos sociales dependiendo de su lealtad al régimen; y crímenes como poseer una Biblia, mirar películas de Corea del Sur o distribuir pornografía pueden ser castigados con la pena de muerte.
Y lo segundo que hay que saber es la etimología de “democracia”. La palabra, pomposamente inscrita en el nombre oficial del país, es una palabra griega compuesta de “demos” (pueblo) y “kratos” (Estado, gobierno o poder, dependiendo del diccionario). Su significado, pues, es “gobierno del pueblo”, algo que está ausente en el norteño país de la montañosa península de Corea.
El presidente de Corea de Norte es Kim Il-sung, líder del país de 1948 a 1994, año en que falleció y se creó su nuevo cargo de “presidente eterno”, así que su hijo, Kim Jong-il, lo reemplazó ostentando el apelativo de líder supremo del país hasta su muerte, en 2011, cuando fue reemplazado por su hijo menor, Kim Jong-un. Este último, además, es el jefe del Ejército y al igual que su padre y abuelo, es el secretario general del Partido del Trabajo de Corea.
El máximo ente político de Corea del Norte es la Asamblea Suprema del Pueblo, compuesta por 687 miembros elegidos por la gente cada cuatro años. En el foro 607 asientos son del Partido del Trabajo de Corea, 50 del Partido Socialdemócrata de Corea, 22 del Partido Chondoísta y ocho miembros son de partidos independientes y menores. Si esto suena normal, hay que resaltar que los tres primeros partidos mencionados —que controlan el 98.8 por ciento de la asamblea—, conforman juntos la coalición política llamada Frente Democrático para la Reunificación de la Patria, que es la encargada de implantar la ideología Juche (variante leninista norcoreana), que plantea el predominio del Estado sobre prácticamente todas las actividades sociales y económicas del país.
Dentro de la Asamblea Suprema, además, hay un reducido grupo de congresistas élites llamado el Presidio. Su función es hacer las veces de asamblea cuando esta no está en sesión —lo que ocurre casi todo el año— y se dice que entre sus filas está el círculo más leal de Kim Jong-un.

Kim Jong-un es el jefe del Ejército de Corea del Norte y el líder supremo de su país desde 2011, cuando su padre, Kim Jong-il murió. LA PRENSA/Agencias.
Pero volviendo a nuestro tema, en Corea del Norte la gente vota. Los únicos que no lo hacen o están en alta mar o se encuentran en el extranjero o están locos, y representan apenas el 0.03 por ciento de la población. O sea, el 99.97 por ciento de los 25 millones de norcoreanos ejercen su derecho al voto, que es más que nada una obligación.
El medio North Korea News, con sede en Corea del Sur, examina con datos y pruebas el comportamiento del país de los Kim, y en 2011 tuvo acceso a Mina Yoon, una desertora norcoreana que huyó a China.
“Las elecciones funcionan básicamente como una forma de saber dónde está la población”, indica Yoon en la publicación de NK News. “El Gobierno chequea las listas de votantes y si tu nombre no aparece, van a investigarlo. Suele ser durante las elecciones que el Gobierno se entera de los desertores”.
Los norcoreanos deben inscribirse un mes antes del día de elecciones y si alguno no aparece, afirma el medio surcoreano, su familia correo peligro, pues su apellido se mancha con el color de “traición”.
En las elecciones no se elige la continuidad de Kim Jong-un como líder supremo del país, pues esto lo decide el Presidio de la asamblea que él controla, según un amplio reportaje de The Atlantic acerca del sistema político de ese lugar. Lo que escogen las personas, según The Economist, es esto:
“A los votantes se les presenta un solo candidato en el distrito donde viven. Estos candidatos son escogidos por el Frente Democrático para la Reunificación de la Patria, la coalición gobernante controlada por el Partido del Trabajo. Solo hay una casilla para marcar y no hay chance para el secreto: si el votante quiere votar ‘no’ puede hacerlo, pero en una caja diferente. Así que la palabra ‘elección’ es algo generosa para Corea del Norte”.
Ser así de rebelde, por supuesto, acarrea consigo el peligro de ser detenido y enviado a un campo de concentración para trabajo forzado, al mejor estilo de la Alemania nazi. No obstante, hay que mencionar que la idea de elecciones y el concepto democracia, según NK News, son superfluos.
“Corea del Norte no enseña a los estudiantes la importancia de las elecciones cuando están en la escuela o el colegio. De hecho, muchos norcoreanos no tienen idea de qué es el derecho a elegir”.
¿Qué se puede esperar del país donde el líder supremo es un treintañero que mandó a matar a su tío por sospechas de traición, enviándolo desnudo a una jaula con 120 perros hambrientos?
En las últimas elecciones, Kim Jong-un reafirmó su escaño en la asamblea con el ciento por ciento de votos a su favor, en el lejano distrito de Paektu, donde descansa imperialmente el volcán extinto homónimo en cuyas faldas, afirma una cuestionada biografía oficial, nació el padre Jong-un, Kim Jong-il. Y por eso, el hombre fuerte de la República Popular Democrática de Corea vota allí.
Datos de Corea
Capital: Piongyang
Gobierno (oficialmente): Estado socialista juche
Idioma oficial: coreano, norcoreano
Presidente: Kim Il-sung (presidente eterno)
Superficie: 120 mil 540 kilómetros cuadrados
Población: 25 millones
Índice de desarrollo humano: N/A
Índice de democracia: 167 mundial (último)
Cuba
Vámonos a la Isla de la Juventud. Antes de treparnos en ella, cabe mencionar que Cuba y Corea del Norte son los únicos dos países del mundo donde está prohibida la venta de Coca-Cola y que en 2013 Cuba fue sorprendida transportando armas al país de Kim Jong-un. Listo, sigamos.
“En Cuba no hay elecciones, solo votaciones”. Así comienza un duro artículo del periodista cubano y poeta, Roberto Jesús Quiñones, del medio independiente Cuba Net. En él, con fecha de 2015, escrito poco antes de las últimas elecciones municipales, el autor escribe:
“En Cuba no hay elecciones porque para elegir deben existir diferentes proyectos y aquí está legalizado uno solo. A este responden absolutamente todos los delegados y diputados, por eso da lo mismo votar por cualquiera de los nominados. Cada vez que se acerca alguna de las ‘elecciones’ del Poder Popular (que de popular solo tiene el nombre), los medios de difusión oficialistas nos abruman citando las supuestas bondades de nuestra Ley Electoral, según ellos la más democrática del mundo. Es una engañita”.
Desde el Movimiento 26 de Julio que derrocó la dictadura de Fulgencio Batista, en 1959, Cuba ha sido liderada por los hermanos Castro. Primero gobernó Fidel Castro, por casi 50 años, y desde el 2008 el máximo órgano ejecutivo está presidido por Raúl, su hermano.
Según el artículo 5 de la Constitución de Cuba, “El Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista”. Es el partido que menciona el periodista Quiñones. El mismo que regula la estatización de todos los sectores.
Sobre el papel, en Cuba hay dos tipos de elecciones: las parciales, que se realizan cada dos años y medio y se eligen los delegados a la Asamblea Municipal, propuestos por la Comisión de Candidatura Municipal, órgano controlado por el Partido Comunista de Cuba.
“En estas asambleas jamás habrá un cubano decente, trabajador y patriota que difiera de la ideología comunista. ¿Cuál es entonces la democracia de esta ley?”, se pregunta el periodista Quiñones, de Cuba Net, en su análisis de las elecciones.
Además de las municipales, también hay elecciones generales. Tienen lugar cada cinco años y se eligen delegados de las Asamblea Municipal, delegados de la Asamblea Provincial y diputados de la Asamblea Nacional. En estos casos, también los participantes son avalados por comisiones electorales o de candidatura.
En resumen: no se elige al presidente del país por voto directo, ya que esa tarea es de los diputados de la Asamblea Nacional (diputados del Partido Comunista).
Hay que subrayar, sin embargo, que el voto es libre, universal y secreto, y que los niveles de abstención rara vez superan los 10 puntos porcentuales. Además, en las últimas elecciones municipales, en abril de 2015, hubo por primera vez dos candidatos opositores al régimen Castrista compitiendo por ser delegados, y ninguno obtuvo la plaza. Uno de ellos, Hildebrando Chaviano, dijo al diario El País: “Creo que el conteo fue limpio, el voto fue limpio. La gente no quiere cambio. La gente todavía quiere revolución. De todos modos, considero que esto fue un éxito”.
“Cambio” es una palabra que hace eco en la isla desde el 17 de diciembre de 2014, cuando inició el período de normalización de la relación entre Estados Unidos y Cuba, conocido como el Deshielo. Los enemigos jurados por más de 50 años reabrieron las Embajadas de cada uno en La Habana y en Washington, Raúl Castro visitó la capital estadounidense y Barack Obama se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos en visitar Cuba desde 1928.
Datos de la isla
Capital: La Habana
Gobierno (oficialmente): Estado socialista
Idioma oficial: Español
Presidente: Raúl Castro
Superficie: 109 mil 884 kilómetros cuadrados
Población: 11 millones
Índice de desarrollo humano: Alto-67 mundial
Índice de democracia: 129 mundial
Nicaragua

Una torre de la antigua catedral de Managua, capital de Nicaragua, se asoma al primer plano. Se aprecian luego la Casa de los Pueblos y el Teatro Nacional Rubén Darío. LA PRENSA/Agencias.
No tan lejos de Cuba, en el ombligo de Centroamérica, está Nicaragua. Un país de unos 6 millones de habitantes que también ha sabido de dictaduras y que en estos días de elecciones presidenciales ha sido portada de no pocos diarios alrededor del mundo.
Lo que más llama les atención al New York Times, Univisión, El País, BBC, entre otros, es que un viejo revolucionario que ayudó a derrocar la dictadura familiar de los Somoza en 1979, Daniel Ortega, está a punto de consolidar lo que parece ser otra dictadura.
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Eterno candidato del Frente Sandinista (acaba de consumar su séptima candidatura presidencial consecutiva), Daniel Ortega fue electo presidente en 1984, 2006, 2011 y prácticamente puede añadir a su currículum 2016. En total, el mandamás de Nicaragua, de 70 años, habrá pasado 21 años en el poder, cuando termine este nuevo término presidencial, en 2021. Más que ningún otro político en la historia de Nicaragua. ¿Cómo lo ha logrado? Con un sinnúmero de triquiñuelas, decretos cambia-Constitución y alianzas que han amasado la democrática separación de los poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial y Electoral bajo su mando. Y el de Rosario Murillo, su esposa y activísima política desde su regreso al poder en 2007.
Así las cosas, el actual Consejo Supremo Electoral, árbitro del proceso actual de elecciones presidenciales, se compone de siete magistrados declarados sandinistas (partido de Ortega), y dos pertenecen al Partido Liberal Constitucionalista (PLC), “amigo en armas” del Frente Sandinista. Y el primer magistrado, para redondearlo todo, es nadie menos que Roberto Rivas, otro aliado de vieja data del líder sandinista. Entre estos magistrados, además, hay algunos denunciados de cometer fraude electoral en las elecciones municipales de 2008, y también hay irregularidades en las Juntas Receptoras de Votos en todo el país, pues los fiscales son prácticamente todos afines al partido de Ortega.
Además, como se ha probado en reiteradas ocasiones en los últimos meses, el Ejecutivo anuló la segunda fuerza política opositora de la competencia para los comicios y designó a partidos y candidatos con el dedo para quedar sin competencia.
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Y como si fuera poco, el proyecto político de Ortega y Murillo tiene tintes dinásticos, pues su esposa es también su compañera de fórmula en la boleta electoral. Así, calcando la trama de la serie de Netflix, House of Cards, la pareja nica podría ser el primer matrimonio presidente-vicepresidenta del continente. Dependiendo del ojo del espectador, Kevin Spacey y Robin Wright —los actores protagonistas de la teleserie— quizás tienen más glamour que Ortega y Murillo, pero lo de estos dos es realidad que supera a la ficción.
Datos del país centroamericano
Capital: Managua
Gobierno (oficialmente): República presidencialista
Idioma oficial: Español
Presidente: Daniel Ortega
Superficie: 130 mil 375 kilómetros cuadrados
Población: 6.2 millones
Índice de desarrollo humano: Medio-125 mundial
Índice de democracia: 95 mundial
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